Sin embargo, no hay nada fácil al respecto.
A menudo, los emprendedores por
primera vez se lanzan de cabeza y se ven sorprendidos por la realidad de administrar un negocio.
Entonces, ¿qué se necesita para superar los fracasos iniciales y obtener un negocio exitoso?
"He fallado más de 9.000 tiros en mi carrera. He perdido más de 300 partidos. En 26 ocasiones me confiaron el tiro ganador y fallé. He fallado una y otra y otra vez en mi vida, y por eso he tenido éxito". Son palabras de Michael Jordan, una de las estrellas del basquet mundial, leyenda indiscutible de todos los tiempos. No fue sólo su talento lo que le llevó a ser uno de los grandes, sino también su filosofía de vida, aquélla que decía que la clave del éxito es el fracaso.
¿Alguna vez te encontrás reproduciendo mentalmente infinitas situaciones en las que deseas haber actuado de manera diferente? Desearías no haber dicho esa estupidez. Desearías haber sido voluntario para ese proyecto que ahora está ganando elogios. Desearías haber hablado. Desearías no haberte equivocado con ese cliente potencial. Pensar demasiado de esta manera se llama rumiación. Si bien nos preocupamos por lo que podría ocurrir en el futuro, reflexionamos sobre los eventos que ya han sucedido. Una reacción reflexiva a un evento a menudo desencadena recuerdos de situaciones similares del pasado y un enfoque improductivo en la brecha entre el yo real y el ideal. Impulsado por este evento, comienzas a castigarte por no ser más de algo ... organizado, ambicioso, inteligente, disciplinado o carismático. La rumia no es solo desagradable. Está estrechamente relacionada con la resolución de problemas deficiente, la ansiedad y la depresión. La buena noticia es que existen soluciones efectivas para salir de esta rutina, y son más simples de lo que pensás. Identificá tus desencadenantes más comunes. No podés sofocar la rumia sin darte cuenta de que lo estás haciendo, pero las personas no siempre pueden detectarlo en sí mismas. Por ello, lo mejor es considerar el error como un reajuste. "Todos los grandes maestros pulen su arte (el que sea) a base de cometer errores y corregir.
Es absolutamente hilarante pensar que uno se va a convertir en maestro de nada sin equivocarse", sostiene Mila Cahue, doctora en Psicología y autora de los libros Amor del bueno y del recientemente publicado, El cerebro feliz (Paidós Divulgación). La clave de todo, está en cómo se interpreta ese error. La diferencia está en eso. Es decir, "algunos interpretan el error como fracaso y, dependiendo de lo que éste signifique para ellos, lo disimularán, o echarán la culpa a otros. Quienes saben relativizarlo y asumirlo lo entienden como una parte en el camino de su perfeccionamiento personal", aclara. Así, el error más grande no consiste en cometerlo, sino en no enmendarlo. "Meter la pata y no sacarla te deja en el agujero para siempre. Pero si sos capaz de reírte, y corregir, el éxito está asegurado. En lo que sea", añade la experta en Psicología. Cómo aceptar los errores. No cabe duda de que los errores están muy mal vistos en la sociedad. "El error es maravilloso, pero cultural y socialmente esta muy penalizado. Nos hemos creído sin dudar la formula de 'valor=resultados', y por eso odiamos fallar. Y la tensión que nos genera el fallo nos lleva a seguir fallando. Si eliminásemos la tensión, el aprendizaje sería mucho más rápido y efectivo", mantiene la experta. Pero más castigado aún están los errores que se cometen en temas nucleares como el trabajo, familia, pareja, amigos. "Hay unas expectativas que según ésta profesional, son absolutamente irreales y obsesivas sobre nuestra perfección, y de esto tiene mucha culpa, los modelos ideales que nos están inyectando a través de la TV, Internet o el cine. Hollywood nos ha hecho mucho daño", aclara. Por ello, cuando cometemos un error lo primero que debemos de hacer es aceptar el dolor, como parte natural del proceso de aprendizaje. De este modo, de una vez que le das sentido, y dejás de lado el juicio, va a ser muy sencillo seguir adelante hasta que alcances tu deseo o meta. Lo importante por tanto, es reconocer estos fracasos como parte fundamental del éxito a largo plazo, y no quedarse
con el dolor temporal, sino con el triunfo y la felicidad duradera. Para entenderlo mejor, alude a Tim Gallwey, el padre del coaching moderno. Éste decía que el verdadero aprendizaje se realiza de una forma efectiva y con los mejores resultados, al eliminar toda interferencia interna, es decir, todo juicio. De este modo, los bebés al aprender a caminar o a hablar, no reciben ninguna instrucción, y sin embargo aprenden casi de un día para otro, porque carecen de juicio interior. Simplemente, se guían por su deseo natural de crecimiento y evolución (caminar, hablar), y el instinto les lleva a 'intento+corrección'. Así, en apenas unas semanas aprenden dos de las más complejas habilidades humanas, sin ninguna instrucción. Hacer jóvenes resistentes a la frustración Lo mismo sucede el el ámbito educativo. Aunque suene paradójico, incluso cínico, a veces es bueno suspender. Uno, para no dar nada por hecho y dos, para poder saborear y apreciar mejor los éxitos. No estamos diciendo que el suspenso en sí sea bueno, nada de eso, sino que el suspenso, como cualquier error, forma parte del proceso de aprendizaje, por tanto será bueno siempre y cuando, seamos capaces de hacer una análisis reflexivo de ese error: valorarlo, reflexionar, hacer un plan de mejora. Pero sobre todo, equivocarse es bueno por algo mucho más importante que todo lo demás: para que sean tolerantes a la frustración. Hay alumnos que no están acostumbrados a llevarse materias a Diciembre o Febrero, y luego, ya sea en la Universidad o después en el trabajo, comenten errores que les cuesta aceptar. La tolerancia a la frustración es muy importante para la vida, forma parte del desarrollo de la personalidad y, según estudios muy rigurosos, tiene un peso decisivo en el devenir de cada persona en su propia vida. Por todo entonces, la reconversión de error en experiencia y análisis para aprender requiere de una visión generosa que nos permita aceptarlo y a partir de allí mejorar.
A veces se gana, a veces se aprende.
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